El futuro pasa por las microalgas. Para alimentos de consumo humano y de piensos para animales

29 de octubre de 2020

Ya se usan como suplemento nutricional, como alimento en acuicultura y cada vez más, también como biofertilizante y bioestimulante en agricultura. Las microalgas –unos seres unicelulares que forman parte del fitoplancton- son una de las grandes esperanzas de la humanidad para alimentar una población mundial que crece exponencialmente en un planeta cuyas tierras fértiles y disponibilidad de agua dulce ya están al límite. Su verdadero potencial, aún por explotar, radica en su uso para la producción de alimentos de consumo humano (pasta, pan, sopas y cremas vegetales) y de piensos para alimentación animal.

Naciones Unidas las considera el alimento del milenio. Entre sus ventajas destacan su alto valor nutricional (son muy ricas en proteínas), su gran poder de captación de dióxido de carbono (CO2)- principal gas causante del calentamiento global–, su elevada productividad y la gran velocidad de crecimiento. “Aprovechan más la luz solar que las plantas terrestres, son capaces de duplicar su tamaño en horas y de ellas se aprovecha el 100 % del cultivo” indicó Tomás Lafarga, investigador de la Universidad de Almería. Otros puntos clave es que “pueden cultivarse en terrenos no fértiles y que no precisan de agua dulce, con lo que no compiten con la agricultura tradicional”, señaló Lafarga.

 

Una materia prima cara

 

“El problema es que, a pesar de que se llevan estudiando desde hace años en Europa (sobre todo para la producción de biodiésel), su producción sigue siendo limitada y no acaba de estar al 100 % industrializada, lo que hace que el precio del producto sea alto”, advirtió Massimo Castellari, investigador del Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentàries (IRTA). “Pocas empresas tienen más de una o dos hectáreas en producción y, en el mundo hay únicamente unas 20.000 hectáreas”, añadió Carlos Unamunzaga, director general de Fitoplancton Marino, empresa especializada en producción de microalgas marinas. “El coste de producción, de unos 10 euros el kilo de microalga deshidratada en polvo para consumo humano, aún es alto y la producción es muy reducida para un consumo de masas”, apuntó Lafarga.

Las microalgas se cultivan en fotobiorreactores, que consisten en piscinas (que pueden ser abiertas o cerradas), y requieren luz solar, temperaturas elevadas y nutrientes inorgánicos para crecer, con un consumo de tierra y agua dulce inferior al del cultivo de otras proteínas vegetales. “Su cultivo es plenamente viable ya, falta replicar el éxito que está teniendo la producción de microalgas para biofertilizante y bioestimulante en el campo de la nutrición”, afirmó Raschid Stoffel, director del Área de Alimentación de Alga Energy.

Con el objetivo de desarrollar tecnologías de producción más sostenibles y competitivas se ha puesto en marcha el proyecto europeo ProFuture. La iniciativa, que tendrá una duración de cuatro años y está dotada con 7,78 millones de euros, es liderada por el IRTA. ProFuture también se ha fijado como meta mejorar la textura, la apariencia el sabor y también el aroma de la harina que se obtiene del secado de las microalgas.

El fin último es ampliar el abanico de aplicaciones alimentarias y crear siete tipos de alimentos a partir de esta harina: Pasta, pan, sopas y cremas vegetales, bebidas y barritas energéticas para deportistas, salchichas veganas y pienso para animales.