Un estudio liderado por el centro tecnológico vasco AZTI recomienda no pescar las especies que viven a más de 200 metros de profundidad, tanto por razones económicas como climáticas.
La investigación, realizada por 22 entidades durante 5 años con una financiación de la UE de 6,5 millones de euros, ha estudiado los recursos de la zona mesopelágica, una capa oceánica situada entre los 200 y los 1.000 metros de profundidad, con solo un 1 % de luz solar, y que se extiende desde el Ártico hasta el Antártico.
Esta zona contiene, según las estimaciones, unos 1.300 millones de toneladas de biomasa, el 87 % de la masa pelágica total y 15 veces superior a toda la pesca oceánica en 2022, y estos pequeños peces mesopelágicos y zooplancton migran todas las noches a la superficie para alimentarse y luego vuelven a las profundidades para escapar de sus depredadores.
En estos viajes diarios transportan, al año, aproximadamente 5.000 millones de toneladas equivalentes de CO2 (1,5 veces las emisiones de todos los automóviles del mundo).
Además, las capturas de peces mesopelágicos podrían tener una “gran afección” en las especies comerciales que se alimentan de ellos y no sería rentable, ya que por su pequeño tamaño solo se podrían utilizar para harinas y aceites de pescado.
“La principal conclusión que hemos obtenido es que, a día de hoy, es más beneficioso proteger esta zona que explotarla. Proporciona servicios esenciales de regulación de nutrientes y climáticos, y sustenta numerosas poblaciones de peces de interés comercial”, ha señalado Raúl Prellezo, experto en economía pesquera de AZTI y coordinador del proyecto.
El científico ha considerado que “a pesar de esta gran biomasa, la viabilidad comercial de explotar esta zona para la pesca es limitada por la amplia y dispersa distribución de los peces; por su pequeño tamaño, que requiere transformados en harina y aceite de pescado, y por su lento metabolismo y baja productividad”.
De hecho, las simulaciones de pesca comercial que han realizado indican que los beneficios de los productos derivados del pescado mesopelágico no compensan los costes en regulación climática y biodiversidad, ya que el coste social promedio estimado es de 19 euros por tonelada de pescado mesopelágico capturado.
En cambio, la investigación ha desvelado que estas especies tienen “comunidades microbianas con rasgos bioquímicos únicos y fuentes prometedoras de moléculas novedosas”, como bacterias que producen ácidos grasos omega-3.
“La búsqueda selectiva de organismos en la zona mesopelágica ofrece una vía prometedora y sostenible para aprovechar la diversidad microbiana y química en posibles avances farmacéuticos y nutricionales”, ha dicho el investigador de AZTI.