Crece la actividad ilegal en el mercado gallego de pescados y mariscos

14 de septiembre de 2018

De acuerdo a la investigación encabezada por un grupo de economía pesquera de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), se ha incrementado la actividad ilegal en el negocio de productos marinos que, en los primeros siete meses del año superó las 100,6 toneladas de pescados y mariscos sólo en decomisos, según datos facilitados por la Consejería de Mar.

De acuerdo a los datos aportados por el equipo de científicos, liderado por Hugo Ballesteros, Gonzalo Rodríguez y María do Carme García-Negro, detrás de este negocio ilegal están organizaciones que tienen un funcionamiento similar al de las mafias, turistas que ostentan el título de furtivos de bañador y personas sin recursos.

El equipo de investigación estudió casos similares en Sudáfrica, Australia y Canadá, pero Ballesteros asegura que el furtivismo gallego es “único” en el mundo.

A pesar de ser una práctica repudiada por los profesionales del sector, la realidad socioeconómica de Galicia y el número de intervenciones realizadas entre enero y julio (ascienden a 9.065) reflejan que es una actividad cotidiana.

Los investigadores de la USC aseguran que las acciones de los pescadores ilegales causan un “gran impacto económico” en la industria del mar y un “grave menoscabo” a la profesión. El subdirector del Servicio de Guardacostas, Lino Sexto, indicó en declaraciones a Europa Press que la cantidad de pescados y mariscos decomisados suele ser la misma todos los años, pero si se da algún repunte -como el de este año, de 79.000 kilos más respecto al anterior- la causa es que ciertas actividades ilícitas se computan como furtivismo aunque realmente no se correspondan a las que desarrollan comúnmente.

Hugo Ballesteros, Gonzalo Rodríguez y el presidente de la Federación Gallega de Cofradías de Pescadores, Tomás Fajardo, coinciden en que esta práctica es totalmente indeseada y rechazada por el conjunto de los mariscadores. Aunque a veces hay algún caso puntual en el que los trabajadores aceptan esta extracción ilegal, en supuestos de necesidad -cuando los pescadores irregulares tienen problemas de dinero, drogadicción o están en paro- y para el autoconsumo. Esta permisividad puntual esconde una responsabilidad de ayudar al necesitado que recae sobre los mariscadores.

Otro tipo de furtivismo que afecta al sector es el denominado de bañador: el que practican turistas y veraneantes cuando recogen pescados y mariscos en las playas. Ballesteros afirma que esta actividad la practican de forma “casi lúdica”, mientras que el presidente de las cofradías de pescadores la tacha de “vicio”. Esta clase de captura ilegal no es tan evidente como la profesional (la que ejercen sin licencia para ganarse la vida), la interna (la que se da en el propio sector) o la organizada, que puede llegar a actuar como una mafia y recaudar hasta EUR 3.000 en una noche, según apunta el grupo de investigación.

Las consecuencias de la extracción ilícita de marisco son numerosas. No sólo se perjudica a la economía con hundimientos del precio del recurso y con competencia desleal, sino que también repercute negativamente en el medioambiente. Hugo Ballesteros asegura que el daño económico “aún no se valora”, mientras que su compañero Gonzalo Rodríguez añade que la extracción incontrolada “desestabiliza los mercados, reduce los ingresos de los mariscadores legales y consolida canales en el mercado negro”.